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El mercado de los autos usados explotó durante la pandemia del COVID-19 ante la renovada necesidad de un medio de transporte individual, en lugar del transporte público o los servicios de vehículos compartidos como Uber y Lyft, en los que existe mayor riesgo de contagio.
Las agencias de alquiler de autos dieron el primer impulso cuando algunas, como Hertz, se declararon en quiebra ante la baja de demanda y se vieron obligadas a poner cientos de miles de vehículos a la venta para paliar la tormenta.
Luego vino una oleada de conductores que terminaron sus contratos de lease y optaron por reducir sus gastos al elegir un auto usado en lugar de otro nuevo, tras la pérdida de ingresos a consecuencia del cierre parcial de la economía durante el verano.
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